Ese día había quedado con un amigo para desayunar, pero antes tenía una reunión con un cliente.
Mi amigo decidió acompañarme a la oficina para luego ir juntos a desayunar.
Era una reunión breve, pero importante para cerrar un trato.
Y como a él le encantan las revistas de coches que tenemos en la sala de espera, estaría entretenido.
Nunca he entendido muy bien ese gusto por leer cilindradas, caballos de fuerza y esas cosas… pero bueno, cada uno con sus pasiones 🙄
Unos 20 minutos después, salí a acompañar al cliente hasta la puerta. Charlamos un rato más de forma alegre, con una gran sonrisa, y me despedí deseándole un maravilloso inicio de semana.
Luego le dije a mi amigo:
—Listo, ¡a desayunar!
Él me miró y dijo:
—Te veo contento, está claro que has cerrado un buen acuerdo económico.
Le respondí:
—¡Qué va! No va a contratar nuestros servicios.
😳 ¿Qué? ¿Y las sonrisas? ¿Y la alegría?
El tema de hoy es simple: nuestros productos o servicios deben solucionar el problema de un cliente o satisfacer una necesidad.
Tu solución no es para todos.
Quizás una persona no te compra porque no tiene el problema que tú resuelves, o porque no confía en ti, o porque en ese momento no puede permitírselo…
Sea cual sea la circunstancia: LA VIDA SIGUE.
De verdad, no pasa nada.
A lo largo de mi carrera he visto a muchos emprendedores desanimarse cuando les dicen que no.
Pero debes ser capaz de mantener siempre una sonrisa y seguir adelante, sin importar si te dicen “sí” o “no”.
Si no aceptan tu solución, agradece su tiempo, deséales lo mejor y sigue con el siguiente.
Sin pena, sin dolor, sin frustración. Simplemente sigue.
Esta, probablemente, sea una de las actitudes más importantes que debe tener un emprendedor. Porque si no eres capaz de lidiar con la tentación de frustrarte, no llegarás muy lejos.
Ese día invité yo el desayuno a mi amigo.
¡Qué menos, después de haberme esperado!
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